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EDICIÓN
AGOSTO 2007 |
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No
es lo que vemos
(3era parte) |
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Existen personas que ven
naturalmente en la oscuridad, como también
existen personas que no siendo ciegas, en
medio de la claridad más diáfana,
no ven o no quieren ver determinadas cosas
o sucesos que ocurren a su alrededor.
¿Cómo calificar a estas últimas,
muchas de las cuales ostentan responsabilidades
públicas, cuando niegan ver aquello
que están viendo, sabiendo que lo que
ignoran deliberadamente afecta a miles de
individuos sin distinción de razas
ni edad? Prefiero que Uds. los califiquen
luego de haber leído la primera y segunda
parte del presente artículo y cuya
última parte desarrollaremos a continuación. |
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Luego de haber consultado a investigadores relevantes
sobre el tema, FEMECON Informa dedicó espacio
en su periódico para dar a conocer a sus
lectores el problema acuciante del agua potable
en el mundo. Lo hizo primero conceptualmente, el
agua como elemento o recurso vital para el ser humano,
después su distribución, sus cuencas
y reservas, finalmente la calidad y disponibilidad
en la Argentina, tema, este último, que pasamos
a exponer.
Comenzaremos por citar extraños mensajes
o conclusiones de pensadores respecto al futuro
del mundo, las motivaciones del presente tema nos
llevan a tomar conciencia sobre un recurso natural
que podría agotarse.
Isaac Newton (1642-1727) físico, filósofo
y matemático inglés, descubridor de
la Ley de la gravitación universal, en una
carta fechada en 1704 calculó que deberían
pasar 1260 años entre la refundación
del Imperio Romano (año 800) y el fin del
mundo, hecho que se cumpliría en el año
2060.
Entre los años 1972 y 1975, fechas más
próximas a nosotros, la Fundación
Bariloche produjo lo que denominó "El
Modelo Mundial Latinoamericano", una visión
con bases científicas de lo que ocurriría
en lo que restaba del siglo XX y lo que podría
ocurrir en el siglo XXI. Tales conclusiones fueron
respuestas a un mensaje de pensadores del Club de
Roma, que elaboraron un modelo que se llamó
"Límites de Crecimiento".
Este último modelo, pronóstico de
vida romano sostenía que los límites
de crecimiento eran físicos y que la salida
de un modelo con destino catastrófico era
mediante la reducción del crecimiento de
la población, única forma de distribución
equitativa de los recursos naturales que se agotarían
(entre ellos el agua potable) y la restricción
a la evolución de la economía mundial.
La visión global de la Fundación mostraba
otro camino posible, no tan catastrófico,,
hacia un mundo mejor, más equitativo, de
plena participación y no consumista.
Lo interesante de estas dos conclusiones es que
muchos años después se realiza una
revisión histórica, con actualización
de las circunstancias, que analiza todos los ítems
de una forma de vida abarcando los pros y contras
de un período que, coincidentemente, finaliza
en el año 2060. Esta nueva edición
la realizan académicos, entre otros, de la
calidad de Enrique Oteiza (Prof.Titular de Ciencias
Sociales UBA), que propone un modelo alternativo
al hegemónico perteneciente a los países
desarrollados, de Gilberto Gallopin (CEPAL CHILE)
que hace hincapié en la importancia de la
cosmovisión e ideologías y de Hugo
Scolnick (Prof. De Ciencias Exactas UBA) que promueve
el uso de las matemáticas como herramientas
para el diseño de políticas.
De ambos modelos, brevemente expuestos el más
aceptable es el de la Fundación Bariloche,
que considera la posibilidad de crear una NUEVA
SOCIEDAD para salvar al mundo de una catástrofe
(El libro se denomina CATASTROFE O NUEVA SOCIEDAD).
Propone estabilidad interna, disminución
de la pobreza extrema y marginalidad, conformación
de una sociedad globalmente participativa y la construcción
de un modelo alternativo y no el de características
neo-malthusianas.
El motivo de mencionar precedentemente las conclusiones
de Newton, que calcula 400 años antes el
fin del mundo, y las de la Fundación Bariloche
que toma el mismo año 2060 como referente
de una posible catástrofe si no ocurren determinadas
modificaciones, no solo llaman la atención
sino que entre sus causas se señalan el agotamiento
y la contaminación de los recursos naturales,
entre ellos el agua dulce, y la necesidad de políticas
conservacionistas globales.
Según un informe de la ONU, en la actualidad
cinco millones de personas, la mayoría niños,
mueren cada año en el mundo por agua contaminada.
En él se advierte que de no revertirse esta
situación en el año 2025 las enfermedades
ocasionadas por la escasez y contaminación
del agua potable podrían adquirir características
trágicas (sic).
La Argentina es un país privilegiado en muchos
aspectos, siendo uno de ellos la riqueza hídrica
que posee. Tiene aguas dulces abundantes tanto superficiales
como subterráneas, con sistemas hidrográficos
que permiten calificarla como un país excepcional
en ese sentido. Sin embargo, está considerado
como uno de los más contaminados, al igual
que otros vecinos sudamericanos.
Carece de políticas serias a corto y largo
plazo que resguarden sus recursos naturales con
legislaciones unificadas, es decir con normas compartidas
de igual manera entre las provincias que la componen.
La responsabilidad es en gran parte de sus autoridades
nacionales, que descuidaron y descuidan el uso y
conservación de este elemento natural. Reaccionan
espasmódicamente ante alertas por demás
evidentes y crónicas con el agravante de
malgastar,, por falta de idoneidad o deliberadamente,
dineros públicos.
Basta citar los proyectos de saneamiento de la cuenca
Matanza-Riachuelo (2240 km cuadrados, con tres millones
de habitantes), una de la más contaminadas
del mundo, donde se multiplican los basurales a
cielo abierto, los efluentes industriales sin control
y el volcado directo de aguas servidas, de hecho
sin tratamiento, de miles de viviendas precarias
ubicadas a la vera del río, y que alguna
vez, y a modo de ejemplo de funcionarios irresponsables,
María Julia Alzogaray prometiera sanear en
1000 días. Lamentablemente, estos proyectos
fueron y son utilizados políticamente.
La mayoría de los ríos argentinos
son navegables por barcos de distintos calados (región
mesopotámica). Sin embargo dos terceras partes
de nuestro territorio tienen déficit hídrico
(régimen de lluvias). Hasta un 52% de su
superficie las precipitaciones son inferiores a
500 mm, un 31% son inferiores a los 200 mm y sólo
un 9% supera los 1000 mm anuales. Estas situaciones
de déficit y exceso, sumadas a un histórico
e inadecuado manejo del recurso, generan serios
problemas ambientales.
La cuenca del Plata recoge las aguas de los ríos
que descienden de la puna, del sistema subandino,
de las sierras pampeanas y de los que recorren la
llanura chaqueña y toda la mesopotamia. Están
comprendidos los ríos, Pilcomayo, Bermejo,
Paraná, Uruguay, de la Plata, Paraguay, Salado,
Carcarañá e Iguazú.
El sistema patagónico comprende los ríos,
Colorado, Grande, Negro, Chubut y Santa Cruz. Pertenecen
a la pendiente atlántica y nacen en la cordillera.
A estos sistemas hay que agregar las cuencas endorreicas,
que son aquellas que no desaguan en el mar, a saber:
los ríos Jáchal, Mendoza, Tunuyán,
Diamante, Atuel y Desaguadero, éste actúa
como colector de los precedentes, y los ríos
de la cuenca de las sierras pampeanas, Salí,
Primero, Segundo y Quinto.
Esta red hídrica se complementa con lagunas
de origen tectónico y erosivo, es decir intra
y extra cordillerana.
No obstante, esta enorme red hídrica no asegura
que los argentinos consumamos agua potable de pureza
asegurada. En la Argentina, se consume agua que
proviene de fuentes en las que son evacuados los
residuos cloacales e industriales y los métodos
de potabilizarla no son los mismos en calidad y
complejidad que los que se utilizan en países
desarrollados. Por otra parte las plantas depuradoras
son insuficientes.
El mayor problema se circunscribe a las áreas
urbanas, que reciben contaminantes al por mayor,
al extremo que una de cada cuatro camas de un hospital
está ocupada por personas que presentan enfermedades
vinculadas a aguas contaminadas.
Esta situación es agravada por el aumento
de la densidad de la población de la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires y del suburbano,
careciendo este sector provincial de red cloacal
en un porcentaje elevado (sólo el 45 % posee
cloacas), consumiendo agua potable un 65 % de su
población, el resto lo hace de perforaciones
subterráneas contaminadas, próximas
a pozos negros o cámaras sépticas.
La ex Aguas Argentinas estimó que diariamente
se descargan 2.300.000 m3 de aguas negras en el
Río de La Plata, a la que deben sumarse otros
l.900.000 m3 también diarios provenientes
de industrias del Área Metropolitana. Una
consecuencia inmediata es el impedimento recreativo
de sus costas por insalubridad.
La contaminación de las aguas subterráneas
es el problema más importante de la Argentina.
La polución bacteriológica y el exceso
de los niveles de nitratos son las principales causas
que hacen a dichas aguas no aptas para consumo directo.
Los riesgos afectan, como es de suponer, a los hogares
humildes que dependen de esta calidad de agua para
sus necesidades diarias.
Históricamente, Obras Sanitarias de la Nación
fue la empresa con jurisdicción nacional
que desde l870 tenía bajo su responsabilidad
el control, regulación y provisión
de agua potable y servicios cloacales en nuestro
país. En la primera parte de la década
del año 1990 se privatizaron la mayor parte
de las empresas nacionales, entre ellas Obras Sanitarias.
Antes de esa fecha, es decir en 1980, el gobierno
nacional de ese entonces dispuso limitar la jurisdicción
nacional de la empresa al ámbito de la Capital
Federal y 13 partidos del Gran Buenos Aires. En
el resto del país el suministro quedó
en manos de cada provincia.
A partir de esta disposición, al menos en
este rubro y a criterio del autor, se produce el
descontrol del servicio de agua potable con todas
las consecuencias que hoy vivimos en todo el territorio
argentino, en cuanto a la responsabilidad sobre
la calidad, distribución y saneamiento de
dicho recurso.
La privatización en Capital Federal tuvo
un efecto dominó y las provincias fueron
a su vez concesionando y/o privatizando los servicios
de agua potable. En el presente podemos decir que
el 65 % de la población del país tiene
el servicio de agua potable privatizado y el 35
% restante sigue perteneciendo al sector público.
El mayor sistema integrado del mundo, correspondiente
al Área Metropolitana de Buenos Aires, hoy
depende nuevamente del gobierno central a través
de la empresa autárquica (AYSA), por haber
fracasado la gestión de la empresa transnacional
francesa SUEZ. Las causas del fracaso y sus derivaciones
ocuparían varias páginas de esta publicación
y no hacen a la intención del presente artículo.
El panorama del agua potable en la Argentina así
expuesto tiene perfiles dantescos. Sin embargo,
a la luz de los conocimientos científicos
actuales, es posible evitar costos elevadísimos,
como lo son las plantas de lechos percoladores y
lodos activados para su depuración, si recurre
a la biotecnología, combinando conocimientos
de ingeniería y de ecología para purificar
las agua residuales de las que se alimenta la potabilización
en la Argentina, considerando, paralelamente, la
necesidad de una concientización masiva de
su población, de sus industriales y de quienes
depende la elaboración de políticas
adecuadas a las necesidades actuales.
"Somos lo que hacemos para cambiar lo que somos".
Eduardo Galeano |
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Dr. Carlos Vázquez
de Novoa
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